De dónde sale esto.

En mayo de 2009, fui a Los Ángeles en un viaje de trabajo. Se trataba de asistir a un evento anual al que sólo suelen ir los grandes jefes de ciertas empresas, pero ese año, un "gran jefe" no pudo ir y fui yo, una doña nadie. El blog nació sólo como una forma diferente y barata de comunicarme con mi familia y amigos mientras estaba allí, a 9 horas de distancia temporal. Pero luego, le cogí el gustillo y, aunque ya no estoy allí, sino en Madrid, considero que nuestras vidas son unas grandes súper producciones y que yo, al fin y al cabo, sigo siendo una doña nadie en Hollywood.

viernes, 28 de mayo de 2010

Nombres, alcohol y padres orgullosos.

Llevo una copa de más. Es decir, he bebido dos. Como bien dice una buena amiga mía que sabe de lo que habla, "piso una chapa y estoy borracha". Sí. Soy especialmente sensible a las sustancias. Por eso he probado pocas. Mi cuerpo reacciona a la más mínima alteración.

No suelo beber en público. Especialmente, en público poco conocido. Y es que... pierdo las formas. Pero no me da por bailar por encima de las mesas, ni por llorar desconsoladamente, ni por hacer el gamberro, ni por pegar a nadie. Sencillamente, comienzo perdiendo la mirada en quien tenga enfrente y dejo de escucharle y empiezo a meterme en lo que estoy pensando y termino con una enorme sonrisa de la que no puedo deshacerme y comienzo a decir todas las cosas fantásticas que pienso acerca de la persona con la que esté bebiendo. Porque, si estoy bebiendo con alguien, es porque esa persona es estupenda. Es decir... me pongo tan simpática que no resulto creíble.

Y quería hacer el experimento de escribir estando ebria (atención: he bebido una cerveza y medio mojito, mientras cenaba y en el espacio temporal de unas dos horas y aún así, estoy ebria). Quería saber qué se me ocurría escribir.

(Pausa de unos 10 minutos)

Pues bien. Ya se me ha ocurrido. Voy a escribir sobre poner nombres a las cosas y también, sobre las profesiones. Como estoy ebria, no puedo decidirme del todo.

Hoy hemos estado hablando en el trabajo sobre lo orgullosos que muchos padres están de que sus hijos hayan llegado a ser abogados, médicos, ingenieros... "Tengo un hijo notario"; "Mi José Juan es arquitecto"... Es, sin duda, motivo de satisfacción para los progenitores el hecho de que sus hijos hayan conseguido lo que ellos, en muchos casos, no pudieron lograr por falta de posibles, por tener que dedicar el tiempo de estudio a llevar dinero a casa, casi desde niños. Pero, en esa conversación, ha surgido un tema curioso: quienes estábamos hablando, no éramos nada. Nuestros padres no saben qué decir de nosotras, porque estudiamos Ciencias de la Información Visual y Auditiva. Es decir: Imagen y Sonido. Si haces Económicas, eres economista. Si haces Filología, eres filólogo. Pero si haces Imagen y Sonido... eres... A ver, ¿qué dirían nuestros padres? "Mi Conchita es... bueno... hace algo de la tele y tiene que ir al cine y... cosas de cámaras o algo así". Y las vecinas piensan que he hecho FP y arreglo televisores, cosa que tampoco hubiera estado mal.

No es que nuestros padres no se sientan orgullosos. Es que no saben exactamente de qué están presumiendo. No es el caso de los míos. Primero, porque a mi padre le hubiera gustado hacer mi carrera y segundo, porque no presumen.

Porque muchos necesitamos poner nombre a las cosas. Nos sentimos algo perdidos si no sabemos cómo llamar a algo. Especialmente, las mujeres, tenemos esa necesidad. Y nos ponemos pesadísimas, por ejemplo, con eso de "Borja, de verdad, necesito saber qué somos, porque amigos, no somos. Amigo es por ejemplo, Dani, o Javi. Pero tú y yo nos enrollamos de vez en cuando. Entonces, ¿somos novios? ¿o qué somos? ¿qué les digo a mis amigas que eres?". Nena: sois una pareja sin futuro. No hace falta ponerle nombre. Sois dos que están bien juntos y mejor aún cuando están mucho más juntos. Y cuanto mejor estéis, más claro tendréis lo que sois, aunque no le pongáis nombre.

Las mujeres tenemos que ponerle nombre a todo. Si sólo hubiera hombres en la Tierra, sólo habría 7 colores y 3 tonalidades de cada uno de ellos. Por ejemplo: azul, azul clarito y azul oscuro.
Nosotras, en cambio, necesitamos que exista un turquesa, un añil, un índigo, un eléctrico y un pavo real. Porque, a las cosas, hay que llamarlas por su nombre.

O tal vez, no. Tal vez hay cosas que son tan estupendas, que te hacen sentir tan bien que... no hace falta nombrarlas. Porque, al nombrarlas... pueden desvanecerse y volverse vulgares y tener un nombre, como cualquier otra cosa.

Continúo algo beoda. Disculpad si he divagado más de lo que acostumbro...



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