De dónde sale esto.

En mayo de 2009, fui a Los Ángeles en un viaje de trabajo. Se trataba de asistir a un evento anual al que sólo suelen ir los grandes jefes de ciertas empresas, pero ese año, un "gran jefe" no pudo ir y fui yo, una doña nadie. El blog nació sólo como una forma diferente y barata de comunicarme con mi familia y amigos mientras estaba allí, a 9 horas de distancia temporal. Pero luego, le cogí el gustillo y, aunque ya no estoy allí, sino en Madrid, considero que nuestras vidas son unas grandes súper producciones y que yo, al fin y al cabo, sigo siendo una doña nadie en Hollywood.

martes, 6 de julio de 2010

La devota del demonio.

I

- Señor cura, señor cura
¡Dios mío, esto es horroroso!
Señor cura, vengo muerta...
No puedo ni hablar... ¡me ahogo!

- Vamos, vamos, hija mía,
repóngase usted un poco,
y diga qué le sucede,
por si remediarlo logro.

No se desconsuele, fíe
en Dios todopoderoso,
que Él sabe dar a sus hijos
el consuelo para todo.

- Padre, lo que a mí me pasa
le va a usted a llenar de asombro;
ni se ha visto, ni ha de verse
in secula seculorum.

Usted sabe que mi chica,
mi Pilar, aquel pimpollo
que con su fervor cristiano
daba ejemplo a los devotos;

a quien las leyes divinas
predicábamos nosotros,
y ver lo que aprovechaban
en ella nos daba gozo;

aquella a quien yo creía
ver en el martirologio,
y en el cielo completando
de las vírgenes el coro...

- ¿Qué le ha sucedido? ¡Acabe!
- ¡Qué vergüenza! ¡Qué bochorno!
- ¿Qué es?
- Pues... que se ha dado al diablo.
- ¡Ánimas del purgatorio!

¡Qué dice usted, hija mía!
No es creíble...
- Yo tampoco
lo hubiera nunca creído
a no verlo por mis ojos.

Sabe usted que ella tenía
un San Miguel muy hermoso,
regalo que le hizo ha tiempo
su tío el señor canónigo.

El santo era de madera,
¡y estaba tan bien... tan propio,
con su coraza de plata
y sus zapatitos de oro!...

Y tenía acoquinado
bajo sus pies al demonio,
que de vergüenza y de rabia
hacía un gesto espantoso.

Ella le rezaba mucho,
y se gastaba no poco
aceite para la lámpara,
que compró con sus ahorros.

Noté que hace poco tiempo
dejó de rezar, de pronto,
y que el pobrecito santo
estaba a oscuras y solo.

Al vestirme esta mañana,
vi luz en su dormitorio,
que es en donde tiene el santo,
y pensé morir de gozo.

Entré... y ¡qué dirá usted, Padre,
que vi! ¡Pues vi el santo roto,
hecho trizas en el suelo,
y a la niña... ¡es horroroso!

¡de rodillas y rezando
devotamente al demonio,
que estaba bajo la lámpara,
entre dos cirios muy gordos!

- Tráigame usted a esa chica;
yo la hablaré y me propongo
que vuelva por el camino
que la enseñamos nosotros.

II

- ¿Que por qué le rezo al diablo?
Padre, ¡no le he de rezar!
¡pues qué! ¿no le rezan todas
las muchachas de mi edad?

- ¡Qué han de rezarle!
- No sé;
más lo podría jurar,
que sé muy bien de las ideas
de las chicas de mi igual.

A mí me gusta lucir;
a mí me gusta bailar,
y, sobre todo me gusta
ir a la huerta con Juan.

Pero usted, como mi madre,
a todas horas está
diciendo que esas son cosas
que me inspira Satanás...

Si a él le debo inspiraciones
que tanto gusto me dan,
¡dígame usted, señor cura
a quién tengo que rezar!...

José Estremera y Cuenca, 29 de octubre de 1893.
Editado originalmente en el número 18 de la revista semanal La Gran Vía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario