De dónde sale esto.

En mayo de 2009, fui a Los Ángeles en un viaje de trabajo. Se trataba de asistir a un evento anual al que sólo suelen ir los grandes jefes de ciertas empresas, pero ese año, un "gran jefe" no pudo ir y fui yo, una doña nadie. El blog nació sólo como una forma diferente y barata de comunicarme con mi familia y amigos mientras estaba allí, a 9 horas de distancia temporal. Pero luego, le cogí el gustillo y, aunque ya no estoy allí, sino en Madrid, considero que nuestras vidas son unas grandes súper producciones y que yo, al fin y al cabo, sigo siendo una doña nadie en Hollywood.

viernes, 30 de julio de 2010

Diario de sensaciones.

Cuando se acerca el momento de despedirme de algo que me gusta, me aferro a ello de una forma tan vehemente, que estoy convencida de que un buen pedacito se queda físicamente en mí.

Algo así me ha pasado hoy. Hemos pasado todo el día en la pequeña playa del Moro, una cala de ambiente familiar multilingüe que nos acoge cada verano. Y me he estado despidiendo de ella desde que he llegado.

El Mediterráneo tiene aquí una temperatura idónea. No es caldoso como el del Levante más sureño, ni frío como el de las corrientes del estrecho. Refresca sin ser hostil. Y yo adoro flotar sobre él, entregándome al vaivén suave del nacimiento de las olas. Como ritual de despedida, me he concentrado en ser consciente de dónde estaba y de cada cosa que percibía. Así, he ido parando mis pensamientos en cada uno de mis sentidos: mis ojos sólo veían mar, cielo y la desnudez de mis pies rompiendo la línea del horizonte. Mis oídos separaban los cuatro únicos sonidos que llegaban a ellos: el rumor de los niños jugando, el agua salpicando sobre mi cuerpo, las olas rompiendo en las rocas y una discreta brisa. Mi piel se relajaba vestida de mar y mi rostro agradecía la ternura del viento y sus caricias. Mis labios se bañaban de sal. Y el único olor que percibía era el del verano.

Y en primera fila de mis pensamientos estaba la consciencia del aquí y ahora. Un aquí y ahora que será completamente distinto en sólo siete días. Un aquí y ahora que echaré de menos todo el invierno.

Tras el "hasta la vista" al mar y a la arena, hemos visitado un mercado medieval. Una callecita trasera reunía puestos de diversas mercancías, todas artesanales, rebosantes de salud, incitantes... El irresistible olor a almendras garrapiñadas y a turrones al peso, da paso a tenderetes de encurtidos, de prendas de cuero, de objetos de madera o plata, de hierbas aromáticas y piedras curativas. Me he llevado a casa un collar que sé que no me pondré pronto, porque lucirá precioso con un vestido que no tengo. También se vienen conmigo dos pastillas de jabón, de aroma de limón y de chocolate negro. Varias bolsas de grandes caramelos de tomillo, de anís, de fresas salvajes... Y me he recreado los ojos con un maravilloso mostrador repleto de grandes magdalenas, rosquillas de azúcar, tartas de trufa y enormes quesadas, todo ello hecho para llegar al alma por la boca, pasando mucho antes por la vista.

Un poco más tarde, con el atardecer coloreando el cielo, en esa hora en la que el color blanco es mucho más blanco y todo parece comenzar a ir más lento, hemos vuelto a casa, a limpiarnos la sal, la arena y el sol. Para poder recibir a la noche con la piel calmada.

Hay por aquí cerca un restaurante estupendo, subiendo por una pequeña y algo salvaje carretera que trepa por la sierra de Irta. Desde allí se divisa toda la costa del pueblo, sus cinco playas, todas distintas y personales, los pinares, las piscinas, las buganvillas, los caminos, las adelfas y los veleros que adornan el horizonte. Y allí hemos combinado la cerveza y el queso de cabra con una larga conversación sobre el individuo y el Estado, sobre los conflictos internacionales, sobre qué me hubiera gustado ser de mayor...

Y ya estoy aquí, despidiéndome de nuevo, en la terraza, con Sagitario y Escorpio frente a mí, jugando a esconderse tras unas nubes que ya no me importan.

Estas vacaciones, estéis donde estéis, ya sea el mar, la montaña, el campo, lejanos países o vuestra propia ciudad, sed conscientes de todas las sensaciones que os ofrezca el lugar o la actividad que realicéis. Sentid todo lo que no podéis sentir cuando no estáis ahí. Disfrutad del dolce far niente. De que lo único que marca las horas, son las ganas.

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Una gran canción, que habla de que no hay que tener buen oído para sentir. Y que combina perfectamente con el verano...
Desafinado - George Michael & Astrud Gilberto
http://open.spotify.com/track/57mCZqiXj13YnDiGbSZFq5

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