De dónde sale esto.

En mayo de 2009, fui a Los Ángeles en un viaje de trabajo. Se trataba de asistir a un evento anual al que sólo suelen ir los grandes jefes de ciertas empresas, pero ese año, un "gran jefe" no pudo ir y fui yo, una doña nadie. El blog nació sólo como una forma diferente y barata de comunicarme con mi familia y amigos mientras estaba allí, a 9 horas de distancia temporal. Pero luego, le cogí el gustillo y, aunque ya no estoy allí, sino en Madrid, considero que nuestras vidas son unas grandes súper producciones y que yo, al fin y al cabo, sigo siendo una doña nadie en Hollywood.

lunes, 31 de mayo de 2010

Conozca a sus vecinos.

Hace unos días, le dije a mi marido que hacía mucho que no coincidía con los vecinos de enfrente. Para mi sorpresa, él me contestó que se habían mudado. Me di cuenta, entonces, de lo poco que sé de mis vecinos. Y sé poco porque, tal vez por desgracia, me preocupo poco por saber de ellos.

En el edificio donde viví hasta cumplir los 30, vivían también un buen número de amigos míos, casi todos de mi edad. Cuando teníamos ocho o nueve años y ya no eran horas de andar jugando por la calle, nos asomábamos todos a la ventana y, por el patio, jugábamos a las "palabras encadenadas", emulando a los concursantes de aquel programa que TVE emitía por aquellos tiempos, "Lápiz y Papel". El edificio tenía diez plantas y cuatro viviendas por cada una. Y yo, conocía a todos mis vecinos.

Ahora vivo en un edificio más pequeño, con siete plantas y catorce viviendas y poco sé de quienes habitan en ellas.

Estos son los datos que he podido recopilar en los 5 años y medio que llevo aquí:

- Mi vecina de arriba es una mujer mayor que vive sola y que tiene un perrito que molesta poco. Lleva años con una depresión y casi no sale de casa, a pesar de que en invierno, pasa un frío espantoso, porque no le llega bien la calefacción. Casi todo esto lo supe el día que vine a vivir aquí, porque el de Telefónica tuvo que subir a su casa a hacer no sé qué y ella me lo contó.

- El vecino del cuarto lleva peluquín. Eso lo sé, porque un día, no recuerdo por qué razón, tuve que llamar a su puerta y me abrió en camiseta y una capa de pegamento puesta sobre su cuero cabelludo desnudo.

- La del segundo tiene demasiados hijos para el tamaño de su casa.

- El del primero es de Galicia y sus hijos adolescentes salen y entran bastante a menudo.

- La vecina del quinto se levanta muy temprano.

- También sé que hay un señor mayor muy educado y agradable con el que me encuentro de vez en cuando... pero no sé en qué piso vive.

Probablemente, sé más del que vive en el ático del edificio de enfrente. Es un chico joven que vive con una novia a la que jamás he visto. Acostumbra a salir a su esplendorosa terraza a hablar por el móvil. Es entonces cuando yo me entero de los pormenores de su vida. Se dedica a traducir obras de teatro, en su perfil de Facebook tiene una foto de Shaquille O'Neal, porque le conoció en Nueva York y le cayó muy bien y tiene un montón de amigos con los que celebra atractivas fiestas en verano.

También hay en el barrio, alguien que tiene unos artilugios colgados en la terraza que, cuando hay brisa, chocan entre sí y producen un sonido similar al del timbre de los tranvías de San Francisco y, lejos de molestarme, me resulta relajante...

Pero no sé nada más. Nadie me pide sal. No dejo a nadie ningún recado... Y no sé si esto me gusta o no. Por un lado, me hace sentir más libre, más independiente, menos obligada. Pero, por otro, me resulta muy extraño pensar que duermo a unos 80 centímetros de mi vecino de al lado y no sé quién es.

Antes, uno de los mayores entretenimientos de la sociedad era charlar, compartir y cotillear con y sobre los vecinos. Tal vez ahora, nuestros vecinos no viven a nuestro lado y hemos sustituido el interés por sus vidas por la de los famosos de la tele o nuestros amigos de las redes sociales.

Todos somos extraños para todos, aunque estemos muy cerca.


viernes, 28 de mayo de 2010

Nombres, alcohol y padres orgullosos.

Llevo una copa de más. Es decir, he bebido dos. Como bien dice una buena amiga mía que sabe de lo que habla, "piso una chapa y estoy borracha". Sí. Soy especialmente sensible a las sustancias. Por eso he probado pocas. Mi cuerpo reacciona a la más mínima alteración.

No suelo beber en público. Especialmente, en público poco conocido. Y es que... pierdo las formas. Pero no me da por bailar por encima de las mesas, ni por llorar desconsoladamente, ni por hacer el gamberro, ni por pegar a nadie. Sencillamente, comienzo perdiendo la mirada en quien tenga enfrente y dejo de escucharle y empiezo a meterme en lo que estoy pensando y termino con una enorme sonrisa de la que no puedo deshacerme y comienzo a decir todas las cosas fantásticas que pienso acerca de la persona con la que esté bebiendo. Porque, si estoy bebiendo con alguien, es porque esa persona es estupenda. Es decir... me pongo tan simpática que no resulto creíble.

Y quería hacer el experimento de escribir estando ebria (atención: he bebido una cerveza y medio mojito, mientras cenaba y en el espacio temporal de unas dos horas y aún así, estoy ebria). Quería saber qué se me ocurría escribir.

(Pausa de unos 10 minutos)

Pues bien. Ya se me ha ocurrido. Voy a escribir sobre poner nombres a las cosas y también, sobre las profesiones. Como estoy ebria, no puedo decidirme del todo.

Hoy hemos estado hablando en el trabajo sobre lo orgullosos que muchos padres están de que sus hijos hayan llegado a ser abogados, médicos, ingenieros... "Tengo un hijo notario"; "Mi José Juan es arquitecto"... Es, sin duda, motivo de satisfacción para los progenitores el hecho de que sus hijos hayan conseguido lo que ellos, en muchos casos, no pudieron lograr por falta de posibles, por tener que dedicar el tiempo de estudio a llevar dinero a casa, casi desde niños. Pero, en esa conversación, ha surgido un tema curioso: quienes estábamos hablando, no éramos nada. Nuestros padres no saben qué decir de nosotras, porque estudiamos Ciencias de la Información Visual y Auditiva. Es decir: Imagen y Sonido. Si haces Económicas, eres economista. Si haces Filología, eres filólogo. Pero si haces Imagen y Sonido... eres... A ver, ¿qué dirían nuestros padres? "Mi Conchita es... bueno... hace algo de la tele y tiene que ir al cine y... cosas de cámaras o algo así". Y las vecinas piensan que he hecho FP y arreglo televisores, cosa que tampoco hubiera estado mal.

No es que nuestros padres no se sientan orgullosos. Es que no saben exactamente de qué están presumiendo. No es el caso de los míos. Primero, porque a mi padre le hubiera gustado hacer mi carrera y segundo, porque no presumen.

Porque muchos necesitamos poner nombre a las cosas. Nos sentimos algo perdidos si no sabemos cómo llamar a algo. Especialmente, las mujeres, tenemos esa necesidad. Y nos ponemos pesadísimas, por ejemplo, con eso de "Borja, de verdad, necesito saber qué somos, porque amigos, no somos. Amigo es por ejemplo, Dani, o Javi. Pero tú y yo nos enrollamos de vez en cuando. Entonces, ¿somos novios? ¿o qué somos? ¿qué les digo a mis amigas que eres?". Nena: sois una pareja sin futuro. No hace falta ponerle nombre. Sois dos que están bien juntos y mejor aún cuando están mucho más juntos. Y cuanto mejor estéis, más claro tendréis lo que sois, aunque no le pongáis nombre.

Las mujeres tenemos que ponerle nombre a todo. Si sólo hubiera hombres en la Tierra, sólo habría 7 colores y 3 tonalidades de cada uno de ellos. Por ejemplo: azul, azul clarito y azul oscuro.
Nosotras, en cambio, necesitamos que exista un turquesa, un añil, un índigo, un eléctrico y un pavo real. Porque, a las cosas, hay que llamarlas por su nombre.

O tal vez, no. Tal vez hay cosas que son tan estupendas, que te hacen sentir tan bien que... no hace falta nombrarlas. Porque, al nombrarlas... pueden desvanecerse y volverse vulgares y tener un nombre, como cualquier otra cosa.

Continúo algo beoda. Disculpad si he divagado más de lo que acostumbro...



jueves, 27 de mayo de 2010

Buscando a Jacq's.

- ¡Hola, buenas tardes!
- Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarla?
- ¿Tienen ustedes hombres?
- ¿Hombres? Huy, no, hija. Están agotados.
- ¿Es que hay mucha demanda?
- No, es que hay poca oferta. Los pocos que llegan, se nos acaban enseguida. Tal vez, el mes próximo...
- Bueno, pues nada. Muchas gracias, ¿eh? Hasta luego...
- Adiós.

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- Hola, muy buenas.
- Hola.
- Mire, yo quería saber si les queda algún hombre.
- ¿Es para usted?
- Pues sí.
- Y, ¿cómo lo quería?
- Bueno, no sé... simpático, fuerte, inteligente, con carácter... Si pudiera ser, que el coche lo trajera de serie, pero bueno, esto tampoco sería imprescindible...
- Veamos... Sí, bueno, aquí hay uno simpático, con carácter, incluso trae coche... ¡ay! pero... no es muy inteligente. A veces hay que repetirle las cosas varias veces para que las entienda.
- ¿Ah, sí? Bueno, es igual, yo soy muy paciente. He trabajado de niñera ¿sabe?
- ¡Ah, bueno! En ese caso, no tendría problema. ¡Además, trae coche! Concretamente un Renault Clio con elevalunas, cierre centralizado y airbag de pasajero. ¡Está usted de suerte!
- ¡Ah, pues qué bien!
- ¿Y qué talla usa usted?
- Una 44.
- Huy... pues me parece que no va a haber...
- ¿No?
- A ver... No. Sólo nos quedan de la 38 a la 42. Tal vez, en la sección de tallas especiales...
- Pues es una pena, porque el coche es una monada... pero bueno, gracias de todas formas. ¡Hasta luego!

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- Hola, buenas tardes.
- Hola, buenas.
- Quería un hombre, pero de los de verdad, ¿eh?
- Muy bien, pero antes tiene que seleccionar las características en esa maquinita y consultar el precio. Luego viene con el ticket y yo se lo doy.
- Gracias. A ver... Aquí tiene el ticket, pero ¿es posible que un hombre me salga por 3.225.999 pesetas?
- A ver, déjeme ver ese ticket... "simpático, fuerte, culto, que sepa inglés e informática... ¡pero mujer, por Dios! ¿cómo no va a ser caro? ¿¡Ha pedido usted que tenga carácter y personalidad propia!? ¿Usted sabe lo que eso sube el precio? Y, ¿esto? ¿que no le interese el fútbol? ¿y que sea huérfano o que su familia viva lejos? Es que estamos hablando de un ejemplar de lujo... vamos, casi de una serie limitada, ¿eh?
- Ah, pues no sabía yo que fuera tan caro... Es que sólo cuento con un millón y medio, aproximadamente...
- Pues, por ese precio, desde luego, el fútbol tiene que gustarle. Y cuente usted con que tenga familia e incluso, viva con ella ¿eh? De eso, no se libra...
- ¿Y lo de que tenga personalidad propia?
- Bueno, tal vez encuentre alguno que la finja o crea que la tiene, lo que abarataría el coste, pero, uno que la tenga de verdad... sólo en ejemplares de gama alta.
- ¡Vaya por Dios! Bueno, pues gracias y hasta luego.
- Hasta luego.

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- Hola, buenas tardes. Quería saber si tienen hombres.
- Pero ¿de los de verdad?
- Sí, a poder ser.
- No, no nos quedan. Creo que se han agotado. Hace tiempo que los proveedores no mandan nada.
- ¿No? ¡Pues si el otro día vi uno en la película de la madrugada de La 2!
- ¿Cuál? ¿La de Clark Gable? Huy... esos ya hace tiempo que dejaron de fabricarse, ¿eh?
- Pero ¿cómo es posible? ¡Si eran buenísimos!
- Pues mira, puro marketing. Esos salían muy buenos y duraban años y años, pero a los fabricantes no les conviene, porque venden menos. Pasó igual con una lavadora de mi madre, una Corberó. La compró al casarse y la hemos tirado porque se ha quedado anticuada, pero en todo ese tiempo, ¡ni una avería! En cambio, la que compramos en su lugar, tiene dos años y hemos tenido que repararla ya tres veces...
- ¡Qué barbaridad!
- Sí, desde luego. Así que los que hacen ahora, nada más comprarlos, parecen estupendos, pero al mes o así empiezan a fallar… Unos dejan de ser graciosos y se vuelven pesadísimos, porque a veces se atascan; otros, a causa de una mala conexión en su sistema de seguridad y autoconfianza, comienzan a tomar una actitud de celosos compulsivos; a otros se les bloquea el proceso de decisión y repiten constantemente frases como "sí, cariño, lo que tú quieras, amor, no te enfades, vida…"
- ¿Tan terrible es?
- ¡Uf! Recuerdo que no hace mucho salió una tirada defectuosa. El fallo afectaba a su sistema motriz, por lo que acababan tumbados todo el día en un sofá. Pero este fallo, curiosamente, afectaba a todo el cuerpo excepto a la movilidad del dedo pulgar de la mano derecha y del codo del brazo izquierdo, lo cual les permitía cambiar el canal del televisor con el mando y beberse una cervecita. En el caso de los zurdos, el dedo con movilidad era el de la mano izquierda, claro está.
- Pues muchas gracias por su ayuda. Muy amable. Adiós.
- Adiós, de nada.

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- Hola, quería ver los hombres que tienen.
- Sí, le enseño el catálogo.
- Gracias.
- Mire, en esta sección tenemos el tipo "Ejecutivo". Incluye el modelo "O sea", que trae el Volkswagen Golf de serie; el modelo "Bienvenido al buzón Movistar", con el cual le regalamos un Ericsson 728G21A142; el modelo "Está reunido"... éste está bien, porque no se deja ver mucho y no llega a cansar; y, finalmente, el modelo "Oh, un 3%, qué guay", que resulta algo frío, pero al mismo tiempo, económico.
- ¿Y qué más tipos tiene?
- Últimamente se ha vendido mucho el tipo "Soy la leche". En este grupo, destaca el modelo "Hola, muñeca". Tiene la peculiaridad de que sabe levantar una ceja... Otro es el modelo "Está loca por mí", que ha salido con defecto. Resulta que un fallo en la córnea le produce una cierta distorsión de la realidad y, a veces cree que su mujer le admira y que se siente plenamente feliz a su lado, a la vez que sexualmente satisfecha, lo cual no es cierto, aunque como le digo, ese problema visual le hace creer que sí. El modelo "Espejito, espejito" no está mal, pero puede resultar cargante.
Pasemos al tipo "Macho Ibérico". El modelo "Obrero" va equipado con un software que incluye varios piropos soeces y alguna mirada obscena, según la versión. El modelo "De pelo en pecho" lleva un defecto en la camisa y es que la mitad superior carece de botones y ha de llevarla siempre abierta. Incluye también un kit de medallón de oro y palillo interdental post-almuerzo. También está "Baby Eructitos", que emite gases después de beber y luego se ríe. El tipo "Humilde" no es muy habitual, pero el modelo "No te merezco" se vende bien. Va acompañado del manual "Aprende a decir 'no' sin sentirte culpable", para que pueda evolucionar. Tampoco se vende mal el modelo "Loctite-Supergén", que va siempre contigo… aunque me han dicho que resulta algo pegajoso al final…
- ¡Pues vaya! sí que...¿y no hay más?
- ¡Sí! Está este otro, el tipo "Cary Grant".
- ¿En serio? ¿Cómo es?
- Pues trae 64 MB más de memoria que un tipo normal, proporciones perfectas, diseño exclusivo, un sentido del humor perfectamente configurado, simpatía última generación, personalidad propia, ciertas dosis de ternura, carácter firme y la seguridad del líder europeo.
- ¡Qué maravilla! ¿Y los extras?
- Bueno, odia el fútbol, tiene un coche estupendo, su familia vive a más de 400 km. de distancia mínima garantizada, y un estupendo puesto de trabajo que le da bastante dinero, pero le quita poco tiempo. Y, si paga un poco más, puede conseguir que no copie frases típicas de humoristas televisivos.
- ¡Es un chollo! ¿Y cuánto vale?
- Pues... voy a consultar precios. A ver... ¡oh! debí suponerlo. En realidad se trata de un prototipo que sólo se usa en las comedias románticas norteamericanas… Es decir, es como la espada láser de Luke Skywalker: en la película funciona de maravilla, pero en la realidad es de plástico. Digamos que es… realidad virtual. Puro atrezzo.
- Oh, qué pena...
- Bueno, no se desanime. He oído que aún queda un ejemplar igual, sólo que a veces se le escapa un "¿Te das cuén?" El único problema es que vive en una isla cercana a Nueva Zelanda… aunque le tienen en cautiverio, con la esperanza de poder lograr que no llegue a extinguirse la especie… Pero sospechan que es homosexual, así que…

domingo, 23 de mayo de 2010

Felicidades.

Mi padre me habló una vez de una frase de Joaquín Calvo-Sotelo que le gustó mucho: "Nunca le perdonaré a la felicidad no haberme hecho saber que era feliz cuando lo era".

Así que, la mayoría nos damos cuenta de que somos felices, por comparación. Vivimos, tal vez, en un mundo en el que nos es muy difícil reconocer las cosas que no tienen una contraposición, un lado opuesto, un antónimo.

Como me decían en la facultad, en aquella asignatura a la que aún no he logrado encontrarle más utilidad que la de mencionarla para esta ocasión, "no existe señal sin ausencia de señal".

¿No existe la verdad sin la mentira? ¿No existe el trabajo sin el ocio? ¿No existe el caos sin el orden? ¿No existe la felicidad sin la desdicha?

Mi empeño es negarme (a eso le pongo mucho empeño, en general). Cuando estamos tristes, cuando casi todo va mal, cuando nos duele mucho el dedo meñique, no dejamos de decir y de pensar "qué triste estoy, qué mal me va casi todo, cuánto me duele el dedo meñique". En cambio, cuando estamos alegres, cuando casi todo va bien y no nos duele ningún dedo, no decimos nada. No vamos por ahí diciendo: "ay, qué bien me va todo y, además, mi dedo meñique está estupendamente".

¡Pues hay que decirlo! Reivindico la consciencia de la felicidad. Sin pudor. Y, si no se dice en voz alta, hay que decirlo para dentro, para uno mismo. Si las cosas van bien, hay que recordarlo.

Siempre que tengo un fuerte resfriado, me viene a la mente lo bien que estoy cuando no estoy resfriada. Es decir, lo bien que estoy unos 357 días al año. Y sólo lo pienso cuando el dolor de cabeza y la fiebre no me dejan ni pensar.

El problema está cuando pensamos que la felicidad es algo que aún no hemos vivido. Cuando a la felicidad le damos en realidad nombres como el de "vacaciones en Isla Mauricio", "Bentley descapotable", "George Clooney", "el cuerpo de Monica Bellucci a sus 46 años", "el trabajo de Isabel Preysler". Ahí, lo tenemos casi todos un poco chungo. No imposible, pero... chungo.

En nuestra sociedad y en nuestro entorno (si lees esto es que tienes Internet y si tienes acceso a Internet, apuesto a que también tienes acceso a un bocadillo y, por lo tanto, no eres uno de los pobres niños del tercer mundo que se mueren de hambre y no pueden siquiera plantearse si son felices o no lo son), todos somos un poquito felices. En algo. En algún momento. Pues... en esos momentos, digámonos lo felices que somos.

Porque... recordad las sabias palabras de Groucho Marx: "La felicidad está en las pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna..."

miércoles, 19 de mayo de 2010

Fe y estados de ánimo.

No es que hoy me apetezca especialmente escribir. Pero lo haré, aunque cambie el tono habitual de mis frases.

¿No os ha pasado alguna vez que una cosita pequeña, muy pequeña, a veces, incluso, tan pequeña que ni siquiera la podéis identificar, os cambia el estado de ánimo? Para bien o para mal. Seguro que sí.

Todo está igual. Ha pasado lo mismo de todos los días o tal vez, no. Tal vez, ha sido un día especialmente bueno y, de repente hay algo, un pequeño detalle que lo fastidia.

Seguramente haya sido yo misma. Algo que hace "clic" dentro de mí y decide que, a partir de ese mismo momento, se acabaron las sonrisas. ¿Se agotarán las sonrisas por el uso? ¿Será que tengo un tope de sonrisas determinado y hoy lo he sobrepasado?

No es que me encuentre mal, ni que tenga razones para ello, pero sólo me apetece relajar el gesto, caminar despacio y esconderme en algún sitio. Así, sin más. Así, sin razón alguna.

Alguna razón habrá...

Seguramente. Alguna razón que yo no quiera razonar.

Y ahora, hablaré de otra cosa. El otro día vi una entrevista que le hacían a una mujer que, con poco más de 25 años, se había quedado paralítica practicando esquí. Antes del accidente, era tremendamente deportista, pero ahora tenía que valerse de su silla de ruedas. Luego se casó y tuvo dos hijas y, muy poco tiempo después, su marido enfermó y murió. Y, más tarde, a una de sus hijas le detectaron una extraña enfermedad. Con unos 35 ó 40 años, se había quedado viuda y estaba postrada en una silla. Pero... si la hubiérais oído hablar... Tenía una fe tremenda en Dios y declaraba que era "muy feliz". Y era cierto. Rezumaba felicidad. Porque todo lo que le había pasado creía que habían sido pruebas que Dios le había puesto y que estaba tremendamente agradecida por que Dios le hubiera enseñado tantas cosas.

Y me dio mucha envidia. Y me causó admiración. Porque, parece ser que por desgracia, yo sólo creo en la mente (no necesariamente en la mía) y en la ciencia. No creo en nada más. No puedo echarle la culpa a nadie de cualquier cosa que me pase. La mayor parte de esas cosas, serán exclusivamente culpa mía. Las buenas y las malas. Del resto de las buenas, tendrán la culpa los que quieran hacerme algún bien. Y del resto de las malas... pues tendrá la culpa la ciencia, la naturaleza o la simple casualidad.

No quiere decir que yo no saque enseñanza de las cosas que me pasan, que sí lo hago. Es la única forma de avanzar en la vida. Pero no le doy las gracias a Dios. Ni le culpo.

Me parece bonito y estupendo que haya gente que sienta alivio y sea feliz gracias a la fe. Pero, sin ánimo de ofender, yo no puedo evitar pensar que es un poco cómodo pensar que hay alguien que decide por ti. Y no deja de parecerme espantosa la idea de que todo aquel que sufre en el mundo sea porque Dios le está poniendo a prueba.

lunes, 17 de mayo de 2010

Un vistazo al pasado.

La mañana del domingo resultó de lo más educativa. Con este calorcito incipiente, puede que lo que más apeteciera fuese tumbarse en la hierba y dejar que los rayos del sol se reencontraran con la piel, o tapear al fresco de una buena caña... En cambio, yo estuve a la sombra del Museo de la Ciencia de Cosmocaixa.

Había (bueno, aún hay) una exposición de esqueletos de dinosaurio hallados en el desierto del Gobi. Se trata de una exhibición de gran importancia, debido sobre todo a que, normalmente, los esqueletos de dinosaurio que se suelen ver en los museos, están reconstruidos a partir de huesos reales de una misma especie, pero de individuos distintos y, en cambio, en este caso, todos los huesos de cada esqueleto pertenecían al mismo "bichejo". Los había de todas las edades: adultos, jóvenes y bebés y todos murieron hace unos 85 ó 90 millones de años.

Observando un ejemplar que estaba dentro de una urna, mi marido hizo una reflexión: "¿quién le iba a decir a este tarbosaurio que, millones de años después, le estarían observando en un museo?" Yo pensé que no se lo iba a decir nadie, porque creo que en el Cretácico, nadie se decía nada... pero, es cierto. ¿Quién se lo iba a decir?

Puede que dentro de millones de años, alguien me encuentre y decidan exponerme o estudiarme... y tal vez me pongan un nombre genérico junto a una fecha aproximada, algo así como "esqueleto femenino de homo sapiens sapiens, años 1700 a 4150". Aunque si el formato del DNI sigue avanzando y cambiando con tanta rapidez como últimamente, lo mismo se mantiene intacto y pueden poner mi nombre. Y ¿quién me lo iba a decir a mí?

Un rato después, cuando ya habíamos aprendido un montón de cosas que ni siquiera sabíamos que se podían aprender, visitamos la tienda del museo. Y me entró una envidia tan grande de todos los enanos que había por allí, gritando "papi, papi, cómprame esto"... Yo también lo habría gritado. Porque me habría comprado sin ningún pudor un juguete monísimo que representa el Sistema Solar y el movimiento de los planetas. Me tiene loca ese aparatejo. Aunque es cierto que no presenta un aspecto ni serio, ni adulto... Bueno, ¿qué más da? Yo tampoco.


jueves, 13 de mayo de 2010

En clave de sol.

La vida, debería tener música. Estoy siendo poco original, lo sé. ¿Quién no lo ha pensado alguna vez? Pero, no tengo por qué ser original, primero, porque el blog es mío y, segundo, porque a las 0:10, no me queda demasiada originalidad. Me la he dejado toda intentando hacer con 150 calorías, una cena apetitosa.

Así que, sí. La vida, debería tener música. Porque todo sería más fácil. Estaría todo mucho más claro y nos ahorraríamos un montón de problemas.

Por ejemplo: te levantas por la mañana y empiezas con la rutina del aseo, vestimenta, desayuno, etc. Si, de repente, mientras haces todo eso, empieza a sonar "Walking On Sunshine", de Katrina & The Waves (http://www.youtube.com/watch?v=iPUmE-tne5U), tú ya te haces una idea de que el día va a ser estupendo. Que saldrás de casa y saludarás felizmente al cartero. Que sortearás el tráfico con ligereza o que cogerás el autobús justo a tiempo y el conductor te recibirá con una amplia sonrisa.

En cambio, si te levantas por la mañana y lo que suena es Faith, de The Cure (http://www.youtube.com/watch?v=GmNin9t0_Ng), lo mejor será que te quedes entre las sábanas el resto del día, porque fuera hará frío, viento, perros aullando y, seguramente, el autobús, ni siquiera llegue...

Apunte: En un mundo con música, si te levantas por la mañana y no suena nada, es que estás en una película sueca.

Si vas corriendo porque tienes prisa, debería sonar Sing Sing Sing, de Benny Goodman (http://www.youtube.com/watch?v=E_gW0VHBbSA), porque así llegarás antes.

Si estás llegando a la playa con el pareo y la bolsa, no hay nada como So Nice (Summer Samba), de Astrud Gilberto, (http://www.youtube.com/watch?v=6GFJrl6ijFc) porque caminarás con soltura descalza sobre la arena abrasadora, te broncearás mejor y hasta es posible que te traigan un daiquiri a la tumbona, sin tú pedirlo.

Si llegas a casa y al abrir la puerta, suena un fragmento de la Suite de Hamlet, de Shostakovich (http://www.youtube.com/watch?v=uZinasHenfM&feature=related), da por supuesto que te han robado y, será más que probable que el ladrón/asesino esté aún dentro, acechando tras las cortinas.

Y, si conoces a alguien y, durante la conversación empiezan a sonar las notas de este tema de Vertigo, de Bernard Herrmann (http://www.youtube.com/watch?v=ytC5jUBpMls)... nena, ten por seguro que se trata del hombre de tu vida.

En fin. Me voy a la cama. No estaría mal el Preludio a la Siesta de un Fauno de Debussy (http://www.youtube.com/watch?v=UegArzBmivs), visto el sueño que tengo, o... tal vez un clásico: Can't Get Enough Of Your Love, de Barry White (http://www.youtube.com/watch?v=x0I6mhZ5wMw), ya me entendéis...